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6. Los Chakras y sus Cristales

Introducción

Cuenta la historia que los seres humanos, en su escalada hacia la consciencia, edificaron varias torres como símbolos de unión entre lo humano y lo divino. Por ellas, los hombres subían hasta el Cielo y, a su vez, los dioses descendían hasta la Tierra.

En verdad, la torre que liga lo humano a lo divino es la propia columna vertebral. En ella existen dos puertas en sus extremidades y cinco ventanas en su recorrido. Por las puertas entramos y salimos de esta vida, y por las ventanas vemos las diferentes facetas en las que se puede manifestar.

En términos de energía estructural, el ser humano presenta un eje vertical, atravesado por cinco ejes horizontales que deben estar equilibrados entre sí, para que la verticalidad del ser se mantenga.

La verticalidad, expresada por la columna vertebral erecta, representa el eje Cielo-Tierra, Espíritu­Materia, intuición-instinto, el séptimo y el primer chakra. Es la cima y la base, es la hoja y el puño de la espada de la ley.

Vemos, así, que el espíritu y el cuerpo son dos extremidades del mismo eje, o sea, la misma energía expuesta de forma opuesta. La intuición como inspiración creadora y el instinto como capacidad realizadora, funciones de los respectivos chakras que están fuera del alcance del control racional y personal del individuo, visto que una es pararracional y la otra irracional. Son manifestaciones que simplemente acontecen en nuestras vidas, independientes de nuestra voluntad y programación personal.

Podemos considerar el eje vertical como el eje positivo, activo del ser humano, Yang, el que actúa por sí mismo, sin depender de circunstancias o estímulos exteriores. Es la ley y la experiencia del Espíritu y de la Naturaleza que todo ser tiene que aceptar y vivenciar. Es el eje divino del ser humano que afirma el cuerpo como la propia cristalización del espíritu. Es el eje del Ser humano.

En el Tarot, vemos este eje representado por los Arcanos 1, El Mago, como la intuición y el Espíritu, y el 3, La Emperatriz, como el instinto y el cuerpo. El Mago, como la extremidad positiva de ese eje positivo, y La Emperatriz, como la extremidad negativa de ese mismo eje positivo.

El eje horizontal, representado por los dos brazos abiertos, nos remite a la idea del bien y del mal, como las dos extremidades de este otro eje. Es el eterno conflicto entre sentimiento y pensamiento, emoción y razón, los dos platos de la balanza que necesitan ser equilibrados para que haya armonía. Es el arte y la ciencia de equilibrar los opuestos, lo consciente y lo inconsciente. Es el eje Humano del ser humano. Y le compete esa tarea.

Este es el eje negativo, pasivo, Yin, el que necesita de estímulo exterior para expresarse. Como platos de la balanza, refleja las impresiones de lo que se proyecta sobre él. Solo sentimos amor porque existe algo o alguien para ser amado. Solo pensamos porque existe algo sobre lo que pensar. Es el eje reflexivo, siempre reflejando, emocional o racionalmente, aquello que el eje vertical le ofrece como experiencia de vida.

En el Tarot, está representado por los Arcanos , La Sacerdotisa, como el sentimiento y la emoción, y el ,. El Emperador, como el pensamiento y la razón. La Sacerdotisa, como la extremidad negativa de ese eje negativo, y El Emperador, carpo la extremidad positiva de ese mismo eje negativo.

Se corresponden con el segundo y cuarto chakra, que reflejan las emociones y los sentimientos; al tercer y quinto chakra que reflejan el pensamiento y la razón, y al sexto chakra, como la síntesis entre esos opuestos.



Los ejes energéticos



De este modo tenemos la cruz de la humanidad, la cruz de la existencia a la cual todo ser humano está atado. El eje vertical, su parte divina, y el eje horizontal, su parte humana. Unir la parte divina a la humana y la humana a la divina es la gran obra del ser humano: unir el Ser a lo humano.

En el estudio de los siete chakras, el séptimo y el primero, en su eje vertical, atraviesan los cinco restan­tes. Esos cinco chakras son los cinco niveles de desdoblamiento del eje horizontal sentimiento-pensamiento, cada uno con capacidad para experimentar determinados aspectos de la existencia con el fin de realizar su propio sentido y equilibrio. Así, podemos ver:

• El segundo chakra, como la capacidad de implicarse emocionalmente con las personas y la vida, de acuerdo con nuestros impulsos y deseos inconscientes que las sensaciones del primer chakra nos provocan.

• El tercer chakra, como la capacidad racional de entender y dirigir la vida de acuerdo con la voluntad personal del ego. Como la capacidad de pensar y de verse como un individuo en el mundo y de satisfacer sus deseos personales.

• El cuarto chakra, como la capacidad de sentir, intercambiar y experimentar el amor hacia todas las formas de vida, de ver a todos los seres dentro de un solo corazón. Como la experiencia de la verdadera felicidad totalmente desvinculada de los deseos personales.

• El quinto chakra, como la capacidad mental de comprender la naturaleza real de las cosas y expresar esa verdad en la vida. Como el conocimiento, la reve­lación del arte de vivir dentro de un estado de una ma­yor consciencia.

• El sexto chakra, como la gran capacidad de equilibrar, sintetizar y armonizar sentimiento y pensamiento, abriendo así las puertas a la iluminación espiritual que es el don del séptimo chakra. Como el don de la creatividad para poder manifestar y realizar la magia de la vida.

El conocimiento tántrico dice que es imposible armonizar los ejes horizontales intentando equilibrar sus extremidades. Nunca encontraremos dos patatas exactamente iguales, con el mismo peso, para ponerlas en los platos de la balanza. Siempre una pesará más que la otra. Para el Tantra, la forma correcta consiste en enderezar los centros del eje horizontal a partir del eje vertical. Antes de nada, necesitamos estar en línea recta para, después, poder ajustar los laterales. Es como un equilibrista, con una vara en las manos, caminando sobre la cuerda floja. Esta vara sirve para equilibrarlo y, aun así, toda su atención debe estar centrada en sí mismo y en el centro de la vara próxima a su pecho. Si, en algún instante, su atención se desvía hacia uno de los lados, probablemente se caerá.

El Tantra explica, también, que existen tres corrientes principales de energía que nacen en el hueso sacro, en el primer chakra, y recorren toda la columna vertebral: una central, neutra, llamada Sushumna, que va por el interior de la médula espinal; y otras dos opuestas, una femenina-negativa y otra masculina positiva, Ida y Pingala, que corren paralelas a la columna, entrecruzándose a la altura de cada chakra. Ida y Pingala representan, respectivamente, nuestras energías femeninas y masculinas, que deben estar en equilibrio hasta llegar al sexto chakra, donde se unen de nuevo y salen por la nariz. Por lo tanto, la Sushumna, la corriente neutra central, es la responsable del equilibrio y la armonía entre esas dos corrientes opuestas y complementarias. Cuando falta energía vital y los chakras están bloqueados, 'la Sushumna interrumpe su flujo y desequilibra la Ida y la Pingala, causando el predominio irregular de una o de otra en nuestro ser.

Por eso el Tantra da tanta importancia al eje vertical, a la conexión primer-séptimo chakra a través de la energía Kundalini. Esa energía, localizada en la base de la columna vertebral, cuando se activa, sube como una serpiente de luz, por la columna, desbloqueando, energizando y armonizando cada chakra por donde pasa hasta llegar a tocar su otra extremidad, volviendo así a la unidad.



Shakti y Shiva

La historia de Shakti y Shiva es una historia de amor. Es la historia de la búsqueda del ser amado dentro de nuestro propio ser. El reencuentro con nuestra totalidad a partir de la unión de los opuestos.

En la tradición hindú, Shakti representa el principio femenino, que está situado en la base de la columna vertebral, en el primer chakra; y Shiva, el principio masculino, situado en la parte alta de la columna vertebral, aproximadamente en el séptimo chakra. Shiva y Shakti representan las extremidades del eje vertical del ser humano, el Mago y la Emperatriz del Tarot, la intuición y la sensación que, unidas, provocan la iluminación.

La historia cuenta el despertar de Shakti Kundalini, nuestra experiencia material, su ascensión y viaje por los chakras, vivenciándolos y dinarnizándolos hasta, por fin, encontrarse y unirse a su amado Señor Shiva, nuestra consciencia espiritual.

Cuenta la tradición que, en la base de la columna vertebral, existe una energía dormida. Esa energía está representada bajo la forma de una serpiente enrollada en el hueso sacro. En su sueño, vivimos en un estado de adormecimiento, de ilusión, llamado Maya. En él quedamos prisioneros de los ciclos kármicos de causa y efecto, ya que, como apenas personajes, estamos totalmente inconscientes de nosotros mismos, como actores de nuestro verdadero papel en la vida. En este estado buscamos solo aquello que el mundo material nos ofrece. Nuestra felicidad está inevitablemente dependiendo de él. Corazones y mentes, alma y espíritu están esclavizados por las sensa­ciones materiales de placer y dolor y las conductas morales basadas en los conceptos del bien y del mal. La seguridad y la estabilidad valen más que la espontaneidad y la libertad. Vivimos prisioneros del pasado, inseguros ante el futuro, perplejos ante el presente y, sobre todo, llenos de miedo ante la sombra de la muerte, que nos persigue, paso a paso, como si fuese el fin de todo.

A veces, de manera espontánea o incluso a través de un accidente, esa energía se despierta en seres más evolucionados. No obstante, existen diversas técnicas para su activación que van desde posturas y ejercicios respiratorios o el uso de cristales, hasta prácticas de magia sexual, reteniendo el orgasmo y transformándolo en combustible energético para la iluminación espiritual.

Cuando despertamos nuestra serpiente, despertamos la propia energía femenina del espíritu, física, sexual, que es la base de toda la creación en el mundo material e, incluso, de la propia experiencia espiritual. Ese despertar, como en los cuentos de hadas, transforma esa terrible serpiente en una bella diosa, Shakti Kundalini, que asciende por la médula espinal, despertando y desposando a las divinidades que existen en cada chakra. Esos dioses activos significan el buen funcionamiento de los chakras, desbloqueados y armonizados por la propia energía Kundalini.

Por fin, al llegar al sexto chakra, a la altura de la frente, entre las cejas, Shakti encuentra dormido a su eterno amado, el Señor Shiva, nuestra consciencia es­piritual. Entonces empieza a danzar para él, y el amor que emana de su danza lo despierta. Él se une a ella en esa danza y los dos, danzando y amándose, se funden en un solo ser, el andrógino, mitad masculino, mitad femenino, realizando así la Boda Mística, donde los opuestos se unen para volver nuevamente a la unidad, o sea, divinidad y humanidad, Cuerpo y Espíritu danzando unidos en un solo ser.

Y para terminar la historia, este ser Shiva-Shakti, se transforma en pura luz y, como una espiral de energía, atraviesa el Portal de Brahma, el séptimo chakra en la coronilla, y desaparece en el Infinito, volviendo a la Luz Original.

El gran fundamento de este cuento afirma que solo a través de la experiencia llegaremos a nuestra esencia. Solo a través de Shakti llegaremos realmente a Shiva. La energía vital, que corre por el interior de la médula espinal, es el detonante fundamental tanto para desbloquear como para equilibrar todos los chakras horizontales, así como también para encender la llama de la corona espiritual.

Vemos, entonces, que se trata de un proceso: el despertar de la Kundalini y su viaje a través de los chakras, uno por uno, hasta llegar a su destino. No se pueden saltar etapas ni chakras. Se ha de experimentar cada peldaño de esa escalera de consciencia que es la columna vertebral. Comenzamos por la base, con el despertar de la energía vital, tomando consciencia del cuerpo y de sus sensaciones. A continuación abrirá el camino para el equilibrio entre lo emocional y lo racional. A partir de ahí abrirá las puertas del corazón y de la consciencia hasta unirse, al fin, a su esencia.

No importa si la persona tiene X o Y chakras abiertos. Y otros tantos cerrados. Lo que importa es la corriente de energía vital uniendo todos los chakras por dentro de la columna vertebral. Entonces estarán armónicamente abiertos y equilibrados entre sí.

Muchas personas presentan un sexto chakra abierto, casi al fin del viaje. Sin embargo, no sirve de nada si tuviera, por ejemplo el primer chakra bloqueado. Toda su creatividad se va por el desagüe del pilón de la realidad. No existe capacidad para manifestarla de modo práctico y concreto en la vida.

Otras pueden tener un cuarto chakra bien abierto, el amor en sus manos. Sin embargo, hasta el amor esclaviza si tuvieran, por ejemplo, un tercer chakra bloqueado. La voluntad personal queda sumergida ante las llamadas del sentimiento, y la persona no consigue decir No a nadie, sino a sí misma



Las espirales energéticos



Chakra, en sánscrito, significa círculo, rueda, movimiento. En la India son vistos como flores energéticas sutiles del ser humano, cada uno con un número determinado de pétalos. Los chakras, en verdad, son espirales sutiles de energía que atraen e irradian cualidades inherentes al ser humano, son espirales de conexión del ser físico con sus dimensiones psíquicas.

Estas espirales giran con dos flujos: uno, centrifugo, expansivo, girando hacia fuera del cuerpo; otro centrípeto, acumulativo, girando hacia dentro del cuerpo. En el primer flujo, el ser se abre hacia la vida, ofrece su energía a la vida, a las relaciones, al intercambio de sentimientos y a todo lo que conlleva un estado abierto del corazón. Es un flujo de energía Yin, receptiva, expansiva. En el segundo, el ser concentra energía en sí, acumula fuerza, poder personal de acción, voluntad y todo lo que implica la individualidad. Es un flujo de energía Yang, activa, centralizadora.

Volviendo a la noción de los ejes, podemos visualizarlos como espirales de energía. En el caso de los cinco ejes horizontales, cada uno de ellos está formado por dos espirales de energía, partiendo del mismo centro, en la columna vertebral, en direcciones opuestas. La que se expande hacia delante, tiene el flujo de la energía Yin, y la que se expande hacia atrás, Yang. Una trata de la forma de cómo sentirnos, cómo recibimos la vida, y la otra, de cómo reaccionamos, como actuamos en la vida.

Cuando estamos con el pecho abierto no tenemos miedo de mostrar los sentimientos ni de exponer el corazón a los demás. Cuando nuestra espalda está erecta, tenemos dignidad, fuerza y coraje para actuar en la vida de acuerdo con nuestra voluntad personal.

Por otro lado, cuando la persona tiene miedo, se curva hacia delante, y, cuando es arrogante, se curva hacia atrás. El tímido, aquel que tiene miedo de exponer sus sentimientos, se curva sobre el pecho para protegerlo, invirtiendo el giro normal del chakra. En vez de donar sus sentimientos, los acumula dentro de sí, evitando el intercambio emocional, afectivo y sexual. En el opuesto vemos al extravertido, que tiene necesidad de autoafirmarse ante los demás y ante sí mismo. Necesita demostrar que es «macho», valiente, que nadie puede con él. Por eso curva su espalda hacia atrás, demostrando que está siempre dispuesto a encarar y afrontar lo que sea. De ese modo, con esa necesidad de mostrarse, termina por hiperactivar sus chakras, gastando todo su verdadero poder personal, su potencial de energía realizadora, que debería estar acumulado en sí, desperdiciándolo constantemente durante sus aventuras.

Hay casos en que, cerrándose el flujo anterior, sus energías Yin salen por el flujo Yang de la espalda. Con ello, aparte de bloquear la capacidad de abrirse a la vida, todavía debilita más la capacidad de actuar en ella, pues acaba a «contra mano», congestionando el fluido de las energías Yang.

Lo mismo puede suceder en el sentido inverso. La hiperactivación de los chakras posteriores se expande hacia los anteriores. Así, además de la necesidad de autoafirmarse y mostrarse, todavía quiere mantener un total control emocional sobre los demás, con el fin de que todos sus deseos sean realizados, ya que, en vez de donar, solo piensa en recibir.

Respecto al eje vertical, compuesto por el primer y séptimo chakra, cada uno situado en una extremidad de la columna vertebral, vemos un caso de bipolaridad, ya que el vórtice único, tanto emite como absorbe la energía característica del chakra que recorre toda la columna vertebral. Por eso, este funcionamiento es automático y espontáneo, no necesitando la intervención humana para equilibrarlo como en el caso de los horizontales. Esta intervención, además, solo viene a perjudicarlos, por un lado, embotando o «falsificando» la verdadera intuición y vivencia espirituales, y, por otro, debilitando o subvirtiendo la verdadera vitalidad y vivencia corporal.

Tanto la intuición como el instinto son autosufi­cientes, unificados e integrados entre sí a través de la columna vertebral. Son los dos únicos chakras distintos en las extremidades de un mismo eje, el eje cuerpo-espíritu: la experiencia física de Dios. Si no nos mantu­viéramos firmes en esa experiencia, la verticalidad de ese eje puede terminar dañada por los desequilibrios de los ejes horizontales que provocan el bloqueo y la calcificación de las vértebras correspondientes, «rompen» la columna en varias partes, interrumpiendo, de este, modo, la fluidez del flujo vertical cuerpo-espíritu, separando el uno del otro.



La división de los chakras

Podemos dividir los chakras en dos categorías: los superiores y los inferiores.

Se entiende por inferiores, el primero, el segundo y el tercero, respectivamente el instinto, la emoción y la razón. Son inferiores no porque sean peores, sino porque miran hacia abajo, hacia la tierra, para la comprensión, la satisfacción Y mantenimiento de la vida material. Están sujetos a la ley del karma, pues son prisioneros de las expectativas y de los sueños del personaje. La persona que vive en esos tres chakras no consigue ver nada más allá de sí mismo: su seguridad, estabilidad, proyección y satisfacción de sus deseos. Teme todo lo que amenace su «final feliz», sobre todo la idea de perdida o muerte. A pesar de todo, solamente a través de ellos conseguimos manifestar en el mundo las vibraciones de nuestra alma y espíritu. Es necesario un cuerpo con sus sensaciones, el intercambio afectivo entre los seres y la consciencia de la individualidad para que los chakras inferiores puedan realizar su obra.

Entendemos por chakras superiores el quinto, el sexto y el séptimo, respectivamente el conocimiento, la creatividad y la espiritualidad. Son superiores por­que miran hacia arriba, hacia el cielo, para la comprensión, la satisfacción y el mantenimiento de la vida espiritual. Están despiertos, es decir, al margen de la ley del karma, pues son conscientes de la pieza de teatro de la «Vida» y del «personaje» que, como «actores», desempeñamos en ella.

No obstante, son insuficientes para enfrentarse con el mundo práctico de la materia. Por eso, personas muy espiritualizadas se refugian en monasterios, órdenes o cavernas, creando su propio mundo particular sin las interferencias de las energías materiales. Entre los chakras inferiores y superiores está el chakra transmutador, equilibrador, que interconecta esos dos aspectos. Es el cuarto chakra que, a través del amor, consigue unir esos dos opuestos, realizando la verdadera alquimia. El amor materializa el espíritu y espiritualiza la materia.

Así, vemos que es muy importante tomar consciencia de que los siete chakras son fundamentales y esenciales para nuestra experiencia total en la vida. Esta viene, justamente, de la interacción armónica entre ellos, todos vibrando con la misma intensidad.

Generalmente, cuando bloqueamos un chakra, hiperactivamos otro, para compensar las carencias del primero y así intentar el equilibrio dentro del desequilibrio. Por ejemplo, cuando tenemos dificultades para enfrentarnos con la materia de modo práctico, nos volvemos hiperespirituales para huir de ella. O cuando tenemos miedo de nuestras emociones, nos hiperintelectualizados para poder hablar y teorizar sobre ellas, sin implicarnos con las mismas. Y, contrariamente, nos volvemos hipermaterialistas cuando tenemos Y no comprendemos la trascendencia impersonal del espíritu. O cuando nuestra individualidad Y claridad mental sucumben a los impulsos inconscientes de la hiperemocionalidad.



Los siete dones

Imagine un arco iris descendiendo del cielo hacia usted. Cada color le ofrece un don. Estos siete dones se colocan en su cuerpo, a lo largo de la columna vertebral. Esos dones se llaman chakras, nuestros centros de energía. Cada chakra es una rueda de luz, una de cada color, que gira, en espiral, transmitiendo o emitiendo la energía de ese don. Cada don habla de una forma determinada de vivir la vida. Cuando vivimos nuestras siete vidas en armonía, tocamos la felicidad, la oportunidad de experimentar todo aquello a lo que tenemos derecho en la vida.

Mientras, si la energía de alguno de esos chakras no fluye normalmente, perdemos ese don, perdemos la capacidad de experimentar la vida de esa forma. Miedos, ansiedades, nostalgias, odios, envidias, celos y, sobre todo, la ignorancia Y la inconsciencia son los villanos que roban nuestros dones, bloqueando los chakras con su luz opaca y oscura. Entonces nos sentimos desequilibrados, inseguros para tomar decisiones en la vida, en fin, infelices.

Se hace, así, fundamental la toma de consciencia de nuestras dificultades y necesidades para poder rescatar esos dones perdidos. Por lo tanto, necesitamos saber qué dones son esos y cómo se manifiestan en nuestras vidas.

Vamos a hacer ahora un viaje por el arco iris de los dones de la existencia. Vamos a conocer los colores de la vida.

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