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2. La funcion de los Cristales

Los cristales como seres minerales iluminados

Los cristales son seres minerales que han con­quistado su luz propia. A semejanza de determi­nados seres humanos que se autoiluminaron, se santificaron, convirtiéndose en un ejemplo vivo de luz y verdaderos maestros de sus semejantes, los cristales también son maestros del reino mineral, donando su luz a través de la fuerza, el amor y la sabiduría a quien necesite de ellos. Es incluso interesante señalar la se­mejanza de los nombres Cristo, Krishna, Cristal, todos grandes maestros iluminados de la humanidad. La energía Crística es la misma energía del cristal; es la propia luz del Espíritu materializada en un ser humano o mineral.

Cuando vemos la imagen de un gran ser humano, un maestro, un santo o un avatar, observamos que su cuerpo irradia luz, sobre todo de las manos, del corazón y del entorno de su cabeza, que es la famosa aureola de los santos. Esos seres transformaron sus células lunares en solares, pasivas en activas, a través de la generación y de la irradiación de la luz y de la pura energía de vida. Realmente, un ser autoiluminado brilla, irradia luz física de su cuerpo; ilumina y encanta a aquellos que se les aproximan.

A su vez, los cristales, desde hace mucho, también fascinan a los seres humanos con su resplandeciente luz divina. Cuando pasamos por una joyería, nos quedamos, casi automáticamente, hipnotizados por el encanto y belleza de las gemas expuestas, la cual, desgraciadamente, ha provocado muchas muertes, matanzas y guerras debido a la ambición de la personalidad humana ante el valor y el poder que re­presentan. Pero eso, ¡ni Cristo lo puede resolver! Vean las atrocidades que se han cometido en su nombre.

Lo que importa es que traídas por dioses, por ovnis o transmutadas a duras penas en el interior de la Tierra, tales gemas cristalizan la propia luz del espíritu instalada en los cuerpos físicos encontrados en el seno de la naturaleza. Y el contacto con esos cuerpos lumi­nosos despierta en nosotros las mismas características.

En el orden físico, los opuestos se atraen y los semejantes se repelen; sin embargo, en el orden espiri­tual, estas circunstancias se invierten: el semejante atrae al semejante, la luz atrae a la luz. Si buscamos poder y riquezas materiales en las piedras, solo encontraremos fragilidad y pobreza; pero si buscamos la luz y la claridad, nuestras vidas se iluminarán y, entonces sí, seremos verdaderamente poderosos y ricos. Si buscamos la felicidad a los ojos del mundo, atraeremos solo la infelicidad; pero si la encontramos a los ojos del espíritu, viviremos su verdadera expresión. El actor, como el nombre indica, es un ser activo, creativo: crea la acción, transformando una idea, un sueño, en realidad. Si el personaje es pasivo, sufre la acción, transforma la realidad en una idea, en un sueño. El actor, como el cristal, brilla a través de su propia vida, proyecta su imagen en lo que tiene en frente a él, en cuanto que el personaje es opaco, busca su brillo en aquello que reluce por sí mismo, y, como un espejo, busca su imagen en aquello que tiene delante.

La felicidad, como la luz, es una cuestión de incidencia del ángulo con que vemos la vida. Podemos verla con los ojos del ego o con los ojos del Espíritu, y ella nos responderá en la misma proporción, ofreciendo el destino, el karma, para el Ego, y la libertad para el Espíritu. Seres erísticos, los cristales, se liberaron de su karma, de su destino denso y opaco, para con­vertirse en moradas del propio Espíritu, moradas de luz. Son estrellas que cayeron en la Tierra, o brotaron de ella, trayendo el mensaje y la esperanza de que un día puliremos nuestro ser para convertirnos también en astros del Espíritu. Más que mensajeros de la esperanza, los cristales son el propio instrumento vivo para esta transformación. Tenemos el espíritu en nuestras manos. ¿Qué es lo que podemos hacer con él?



Los cristales como maestros de fuerza, amor y sabiduría

Encuentro que no es necesario hablar de las innumerables cualidades prácticas de los cristales en nuestra vida cotidiana. La informática, el láser, la relojería, las telecomunicaciones son apenas un pequeño ejemplo y ya son suficientes para constatar y consagrar su valor entre nosotros.

Anteriormente vimos que los cristales son seres de luz, manifestación cristalizada del Espíritu. Esta luz espiritual cristalizada puede desdoblarse y manifestarse en tres segmentos diferentes:

FUERZA: Es la manifestación vital e instintiva del Espíritu en el cuerpo. Es la energía vital, material y sexual. Es fundamental para el poder personal de realización de nuestros objetivos, deseos e ideas sobre la Tierra.

AMOR: Es la manifestación sentimental y emocional del Espíritu en el alma. Es la energía de la unión con la vida y con los seres amados. Es fundamental para la experiencia y la expresión de la felicidad, para el Sagrado Corazón que late en cada pecho.

SABIDURÍA: Es la manifestación intelectual del Espíritu en la mente. Es la energía del pensamiento que comprende y conduce los principios teóricos y prácticos de la propia vida. Es fundamental para la autoconsciencia, el conocimiento del sí mismo y de los principios y leyes que rigen el Universo.

Cuando decimos que los cristales son maestros de fuerza, amor y sabiduría, queremos afirmar que, como representantes del plano Espiritual, actúan sobre los otros tres planos de la existencia, o sea: el físico, el emocional y el mental.

Esto quiere decir que, en el plano físico, existen cristales que ayudan a fortalecer la vitalidad, la fuerza física, la sexualidad, la capacidad de trabajo y de acción, el bienestar corporal y material, la propia salud física, de modo que podamos construir, en la práctica, nuestra existencia sobre la Tierra.

En el plano emocional, vemos cristales que ayudan a abrir el corazón hacia los demás y a la vida, a dar y recibir amor y afecto, a realizar los verdaderos deseos y sueños según la voluntad del Espíritu, y a sentir la felicidad real de estar vivo, para que se pueda, así, entrar en contacto y en unión con la propia alma.

En el plano mental existen cristales que nos ayudan a abrir la mente hacia el entendimiento de las le­yes que rigen el Universo y nuestro verdadero papel en la vida, a dejar de ser racionales y críticos y a colocar el ego en su debido lugar, que es el del personaje y no el del actor de esa vida. Estos cristales nos ayudan a tener claridad y objetividad para atraer la prosperidad, a tener voluntad y firmeza de carácter para dirigir el rumbo de la existencia y para ver la individualidad uniéndose a la Espiritualidad para realizar su voluntad en la vida.

Por último, existen todavía cristales que nos ayudan a conectar con la mayor fuente de energía, que es la propia luz del Espíritu y, en acción conjunta con la meditación, nos ayudan a volver a la luz de donde vinimos, o a traerla hasta nuestras vidas, transformando nuestro cuerpo en un verdadero cristal humano.



Los cristales como vitaminas energéticas

Tengo la costumbre de decir que los cristales son vitaminas energéticas que no necesitan ser tragadas para sentir su efecto. Basta tenerlos cerca de uno mismo, de preferencia en el lugar más indicado para la propia naturaleza y función.

Los cristales no curan y no resuelven nuestros problemas, si bien a veces hasta lo hacen. Nos dan la energía necesaria para que, si realmente queremos y a fuerza de voluntad de nuestro Espíritu, podamos curarnos y resolver todos los problemas.

Debemos utilizar los cristales, pero no depender de su energía. Hay gente que dice: «No sé vivir sin mi cristal»; otras abren la bolsa y sacan sus ochenta y nueve cristalitos, uno para cada momento del día. Es importante saber usarlos, sin apegarse ni proyectar en ellos nuestro éxito y felicidad. El éxito y la felicidad están en nosotros mismos, lo que falta es la fuerza, el amor y la consciencia para alcanzarlos.

Cuando queremos brillar en esta vida, pero no tenemos energía suficiente, los cristales son de excelente valía como vitaminas energéticas, alimentando nuestra capacidad de disfrutar todas las posibilidades.

Por ejemplo, una persona que quiera realmente salir de una determinada circunstancia, pero no tiene fuerza para ello, podrá usar una granada para dar el impulso necesario, para lograr la ruptura del condicionamiento y de los hábitos y la proyección hacia lo nuevo.

Una persona que busque, de corazón, un compañero, pero no consigue amarse a sí misma, usando un cuarzo rosa podrá sacar a la superficie sentimientos y traumas guardados en el inconsciente, para, así, perdonarse, reconquistar su autoestima y abrirse a las relaciones, atrayéndolas hacia sí.

Sin embargo, si nos mantenemos en la duda, en el «alto del muro», ahora queriendo crecer, ahora entregándonos a los deseos, ansiedades y miedos de nues­tro personaje, con el alma vacilando entre servir al Espíritu o al ego, los cristales poco podrán ayudar. Aun así, y hasta en los casos de total sumisión al ego, pueden servir como «aspirinas» energéticas, mejorando el «dolor de cabeza», pero, desgraciadamente, sin resolver el motivo del mismo.

También es muy importante tomar consciencia de que los cristales pueden ayudar tanto como perjudicar, de acuerdo con las energías que emanan y aque­llas que necesitamos. Si la persona es agresiva, no debe usar una granada; ya para la pasiva, la granada será de gran ayuda, al contrario de la amatista, que solo aumentará su pasividad. Si la persona es muy mental, no debe usar un citrina y sí un cuarzo rosa para desarrollar el emocional; la persona emocional, necesitará del citrina para mayor claridad y encauzamiento de las emociones.

De modo general, es un absurdo que la persona use el cristal de su signo astrológico, como vemos tanto por ahí, pues solo estará ampliando lo que ya es. Debería, sí, buscar lo que le falta, usando un cristal justamente de signo opuesto al suyo, que es donde residen sus mayores carencias y necesidades.

Es un error típico del personaje querer ampliar sus cualidades, intentando esconder y anular las dificulta des para no mostrarlas a los otros y, sobre todo, a sí mismo. De ese modo, la persona se aísla en sus aptitudes y talentos, dejando de lado la verdadera totalidad de la vida



Los cristales como fuente de afectividad, prosperidad, salud y belleza

No es acaso que tenemos la condición de huma­nos. Aquí estamos para aprender a trabajar con nos­otros ante la vida; para aprender a trabajar con nues­tros deseos, pensamientos y actitudes. Dentro del misterio de la existencia, cada uno viene con una his­toria personal a desempeñar, un desafío para superar y un tesoro para conquistar. Y en ese juego de la vida, cada uno está en un determinado nivel de consciencia para el desarrollo de determinados aspectos de su ser.

De ese modo, no tenemos capacidad para juzgar o criticar a nadie por sus deseos, pensamientos y actitudes; pues, quién sabe, si alguien, en su «pequeña» ma­nera de ser, no estará evolucionando mucho más que nosotros, i«grandes maestros», estancados en los prejuicios de nuestro saber!

Con ello, quiero decir que admiro a la persona que está buscando una piedrecita para conseguir un enamorado, a otra que desea una piedrecita para ganar dinero, además de las que quieren una piedrecita para curarlas de todas las enfermedades y convertirlas en bellas y atractivas; pues están buscando, soñando con la felicidad, sea de la forma que sea. Están colocando magia y encantamiento en sus vidas, creyendo que la luz de aquel cristalito iluminará y abrirá sus caminos.

Solo que la historia no termina ahí. Sí, existen cristales que nos ayudan a convertimos en atrayentes, prósperos y saludables. Los resultados son visibles cuando creemos en ellos, pero pasajeros cuando no creemos en nosotros mismos. El amor, la prosperidad y la salud son energías que emanan de nosotros mismos y se desdoblan por la vida. Cuando los buscamos en el mundo para rellenar nuestra propia carencia inte­rior, pasamos a depender de ellos para tener nuestra felicidad y, con ello, perdemos la libertad.

La persona que se sirve de la energía de un cristal para alcanzar un deseo personal de su ego, podrá in­cluso conseguirlo, pero de ahí a mantenerlo y lidiar con él, es otra historia. Debemos estar preparados para trabajar con aquello que pedimos; incluso un tesoro puede desperdiciarse cuando no se sabe usarlo.

La satisfacción de nuestros deseos es importante, sí. La prosperidad y la riqueza material también son importantes. La salud y la belleza, ¡no digamos! La cuestión es la forma de cómo trabajamos con ello. El actor brilla interpretando su personaje, en cuanto que este busca su brillo en los resultados de la trama de la historia.

Atraemos el amor, la salud y la prosperidad con nuestro brillo interior, como un sol que dona luz y calor; como una lampara que, a la noche, atrae todas las mariposas.

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